Los Limites de la Inclusión

El aislamiento cultural es, sin duda, una característica propia de los regímenes totalitarios. En contraposición, la libre circulación y expresión de ideas e información es una de las características esenciales de los regímenes democráticos.

El día en que un hombre de aproximadamente 40 años de edad escupió en el rostro de la niña Naamah Margolis de ocho, lleno de furia, mientras le decía prostituta en diciembre último, la señal de alerta finalmente se escuchó  más claramente. 

La niña iba a la escuela por la vereda de enfrente de la yeshivá en donde el agresor pasa sus días.  Ni fue esa la primera vez, ni el agresor  el único frecuentador de la yeshivá que maltrata a las niñas que muestran los tobillos y Naamah no fue la única niña que sufrió semejante  abuso.  La señal de alerta se escuchó más alto porque el episodio está lejos de ser un hecho aislado. 

La señal de alerta repercutió por la entrevista tan divulgada, en la que un hombre identificado apenas como “Moshe” declaró a los gritos que es una obligación religiosa escupir en las niñas que no se visten de acuerdo con el código que el Rabino que él obedece considera adecuado.

   

A partir de la materialización de la señal de alerta, se publicaron centenas, o tal vez miles de textos en todo el mundo judío que condenaron al extremismo religioso e hicieron un llamado de advertencia al peligro que  representa.   Las manifestaciones tomaron a Israel desde Beit Shemesh, la ciudad donde tuvo lugar la agresión.

Sin embargo, creo que existe un mal entendido generalizado respecto de la causa del acontecimiento y se debe analizar el fenómeno con más cuidado, llegar a la raíz del pensamiento de los que agreden gratuitamente a los niños.  Es la única manera posible de encontrar una solución para tratar a la enfermedad.

Las palabras son muy importantes.  Las utilizamos para construir imágenes y consolidar opiniones.  Como nos enseña la profesora Ruth Wisse en la excelente entrevista concedida al periódico  Jerusalem Post (1):  “Es imperativo llamar a las cosas por su debido nombre, ya que rotular de forma ambigua fatalmente da la impresión equivocada”.

El “extremismo religioso” y el “fundamentalismo” se condenan ampliamente.  Pero creo que estos rótulos no utilizan las palabras correctas, que el hecho ocurrido no es fruto del extremismo, no tiene naturaleza religiosa y ni relación con el fundamentalismo. 

La definición de extremidad es: cosa distante del centro.  Para que un comportamiento sea extremo, debe necesariamente formar parte de una escala de valores determinada, pero debe estar lejos del comportamiento más conservador de dicha escala de valores.  No puede considerarse extremo un comportamiento que no comparte la misma escala de valores.  Es, en realidad, un comportamiento foráneo, que pertenece a otra dimensión. 

El respeto por las opciones individuales de cada ser humano es el punto de partida de la escala de valores que sustenta el derecho de las personas de vestirse como deseen,  de transitar libremente por espacios públicos, de elegir sus relaciones, etc.  El reconocimiento de que la libertad de elección es un derecho inalienable del ser humano es la semilla del sistema democrático que impera en la sociedad israelita, sistema este que también impone límites a las opciones disponibles legalmente a los individuos, consignados en leyes adoptadas consensualmente por la sociedad. 

De esta misma escala de valores, emanan las atribuciones del poder de la policía y del poder de la justicia en  personas y organizaciones legalmente habilitadas.  El agresor de la niña no ejerce el poder de la policía, ni el poder de la justicia y mucho menos el derecho de hacer valer un código legal diferente del adoptado por el estado al que pertenece como ciudadano.  El agresor seguía un código específico de su grupo, en el que el respeto por las opciones del individuo no existe.  En el que el ser humano no nace con derechos, sino con obligaciones.  En el que el ser humano  tiene la obligación de seguir ciegamente, desde que nace, directrices que emanan de una autoridad superior.  En el que hasta para vestirse, hay que seguir las directrices del Rabino de la comunidad. 

De acuerdo con la literatura política, el totalitarismo es un sistema político en el que el Estado, por lo general en control de una única persona, facción o clase, no tiene límite para su autoridad y se esfuerza por reglamentar todos los aspectos de la vida pública y privada. (2). No se puede negar que la organización social de algunas comunidades ultra ortodoxas, entre ellas Beit Shemesh, siguen este modelo.  Son sociedades totalitarias, donde una clase ejerce el poder– la de los rabinos.  

De acuerdo con la escala valores que rige a la sociedad israelita, el agresor no es un extremista.  Forma parte de otro sistema de pensamiento, que no está en los extremos del sistema democrático, sino en directa oposición al mismo. 

El agresor no es un extremista.  Es miembro de un sistema totalitario. 

En lo que concierne al rótulo “fundamentalista”, invariablemente utilizado con gran connotación negativa, creo que en realidad tiene una connotación positiva, pero lo que sucede es que no se aplica a la ecuación en cuestión. 

Me explico: los valores fundamentales, o sea, los que no se pueden alterar, forman parte de todos los sistemas políticos del mundo.  Todas las constituciones consagran cláusulas pétreas y es bueno que sea así, dado que se trata de valores fundamentales que impiden que se corrompa el sistema.  Por ejemplo, mantener el valor fundamental de la naturaleza sagrada de la vida humana es positivo.  Así como el derecho a la libertad individual de elección dentro de los límites de la legalidad y así sucesivamente. 

Por otro lado, el tema no es si el agresor violó algún valor fundamental, sino el hecho que  él rechaza los valores fundamentales que rigen a la democracia. 

Finalmente, respecto del  rótulo “religioso”, se debe observar que no existe, en ninguna de las tantas codificaciones de la religión judía, el permiso para escupir en niños o adultos, mujeres u hombres, al margen de su comportamiento.  Consultemos el Talmud de arriba a abajo y de izquierda a derecha.  Leamos las respuestas de todos los Rabinos.  Analicemos el Shulchan Aruch hasta que se nos salten los ojos de las órbitas.  No vamos a encontrar ninguna insinuación de que este comportamiento es aceptable.  Muy al contrario, de acuerdo con las enseñanzas del judaísmo, humillar a una persona es igual a matarla. 

Cita el Talmud: “Rabbi Eliezer de Modiin dice: Quien… hace palidecer  (avergüenza)  en público a su prójimo… a pesar de que él  posee Toráh y  buenas acciones,  no tiene lugar en el mundo venidero”(3).  La palabra para “hacer palidecer”(4) utilizada en el texto es una derivación semántica de “emblanquecer”, dado que el rosto del humillado empalidece.   Los  Rabinos de la antigüedad  llegaron a la conclusión de que humillar públicamente a un ser humano es análogo a derramar su sangre, ya que el color rojizo (sangre) desaparece de rostro y lleva a la  palidez (5). 

Escupir en niños no es un acto religioso. Es una actitud política llevada a cabo con el objetivo de separar espacios físicos para la convivencia  exclusiva de personas sometidas, voluntariamente o no, a un régimen totalitario.  Por medio de dichas actitudes se busca alejar de “sus” calles a personas que no compactan con el  sistema totalitario.  Y se logra sembrando miedo, de forma coherente con la estrategia de los terroristas.   

Poco importa si el régimen totalitario afirma que la autoridad de sus mandatarios emana de Dios, ya que quien afirma esta autoridad es un ser humano, inclusive porque, por definición fundamental, Dios no se manifiesta.  Un régimen que le niega al ser humano el derecho de elección es un régimen  totalitario, sea cual fuere su ropaje,  inclusive religioso.

“La exigencia de crear un espacio segregado en el cual la democracia da lugar a la práctica de un sistema político totalitario dentro del  régimen democrático” es el verdadero nombre del fenómeno que hizo sonar la señal de alerta.  Es un rótulo largo, que no tiene el impacto de un slogan publicitario.  Ni tiene el impacto simple y directo de  “extremismo religioso”, por ejemplo.  Pero, para mí, es el rótulo correcto.  Es un rótulo complejo porque el tema en cuestión es complejo.

Las agresiones físicas ocasionadas a los que cruzan el espacio de este territorio son manifestaciones  chocantes y por esa misma razón muy visibles.  Pero hay muchas otras manifestaciones, que, como son más  suaves, se rotulan erróneamente de  “folclóricas “o “inherentes a un estilo de vida”.  Se piensa, por ejemplo, que la vestimenta congelada en las costumbres del siglo  17 es una señal de apego a la tradición, pero la tradición judía siempre adaptó el vestuario a las costumbres y al clima local.  Se usa sobrero de piel y capa en el verano israelita para afirmar el disgusto de participar en la sociedad democrática y no por obligación religiosa. 

Otro indicativo del fenómeno es el aislamiento cultural que la comunidad le impone a sus miembros.  La advertencia de la foto, expuesta en una yeshivá, pone de manifiesto la importancia del tema. 

De acuerdo con el reglamento de nuestro Beit Midrash (6), se prohíbe terminantemente la entrada de todo  tipo de computadora en el establecimiento y dependencias.

Aunque se utilicen para escribir tratados de la  Torá o no estén conectadas a páginas impuras.

La prohibición también incluye herramientas impuras como Blackberries, Iphones, Ipad, etc.

La prohibición anteriormente mencionada está en vigor inclusive para  períodos cortos y/o situaciones temporarias.

El aislamiento no es un imperativo religioso.  Sabemos que el gran formulador religioso del siglo 11 Maimónides, cuyas obras sin duda se leen en el Beit Midrash que prohíbe el contacto con el mundo, fue un médico totalmente incorporado a la sociedad mora de España y Egipto, donde estudió los clásicos griegos y los pensadores árabes contemporáneos.  Escribió parte de su monumental obra judía en árabe.  El  Rabino alemán Samsón Raphael Hirsch del siglo  19, fundador de la ortodoxia moderna es un modelo más reciente. El escribía en alemán y realizó sus estudios de derecho en la Universidad de Bonn. 

Hay muchos otros ejemplos de inserción de religiosos judíos  en la cultura de su tiempo.  Cuando nos tuvimos que aislar, por lo general, fue una imposición desde afuera y no una opción comunitaria. 

El aislamiento cultural es, sin duda, una característica propia de los regímenes totalitarios, como observan Friedrich y Brzezinski al identificar el monopolio absoluto de los medios de comunicación de masa como uno de los seis rasgos característicos comunes a los regímenes totalitarios (7).  En contraposición, la libre circulación y expresión de ideas e información es una de las características esenciales de los regímenes democráticos. 

Dentro de este contexto, es válido mencionar que la sociedad israelita ha cedido voluntaria y gradualmente terreno ante los reclamos de los que tratan de crear un territorio exclusivo para una sociedad totalitaria, como lo demuestra la foto que el autor sacó en Tel Aviv en 2010. 

El cartel de la municipalidad establece un sector especial de la playa pública de Tel Aviv para personas que no toleran bañarse con personas del sexo opuesto vestidos con los trajes de baño que se usan actualmente.

El cartel informa los días y horarios exclusivos para hombres y mujeres y solicita que se observe la “modestia” en la playa, un eufemismo para la prohibición del desnudo, aunque sea mínimo, de brazos y pernas por parte de las mujeres.

Esto  puede parecer tan  inocente cuanto el establecimiento de una playa nudista, o baños femeninos y masculinos, pero en realidad no lo es.  Al establecer un sector público en virtud de la intolerancia de los usuarios de convivir con los demás, se crea un sistema que categoriza a los ciudadanos (o sea, crea ciudadanos  clase A, clase B, etc.), que es intolerable.

El naturista se separa para no ofender a los demás.  El ultra ortodoxo se separa porque los demás lo ofenden por el hecho de vivir en democracia.

Lo que sucede es que la sociedad israelita no ha cedido únicamente terreno a un grupo totalitario.  Al mantenerlo con los impuestos,  promueve su expansión.  Es oportuno mencionar que un sistema en el que una parte da sociedad paga para que otra lleve a cabo actividades improductivas no es un imperativo religioso.  Miles de personas de Brooklyn llevan un estilo de vida que observa las interpretaciones más estrictas de las mitzvot  y al mismo tiempo son tan  económicamente activos como todos los demás habitantes del país.  El gobierno estadounidense no los mantiene, ni los exime de impuestos y no hay registros de ataques a eventuales transeúntes que no pertenezcan a la comunidad.  No es por eso que se los considere menos religiosos que los israelitas.

La verificación de que una parte de la sociedad israelita exige un espacio físico separado para vivenciar un modelo totalitario, plantea dos dilemas. 

El primero es la imposibilidad de inclusión de esta población al sistema democrático que impera en Israel. Muchos piden tolerancia y aceptación de lo diferente.  Pero me parece que es imposible convivir con los que no aceptan que una persona tenga libertad de elección, ya que es la base del sistema democrático.  Al  abdicar de su capacidad de elección, el ciudadano renuncia al ejercicio de su ciudadanía. 

El segundo dilema, consecuencia de que el  primero no tiene solución, es qué se hace con la gente que decide seguir un modelo político totalitario, y por ende renuncia a la ciudadanía.  Si es imposible convivir en democracia, ¿Qué alternativa tenemos para ellos?  No pueden  fundar su propio Estado, porque ningún país le cedería espacio un Estado nuevo con esas características.  Y ningún país existente los va a acoger.

Creo que este es uno de los problemas no resueltos de las democracias.  ¿Qué se hace con los ciudadanos que no quieren vivirla?  Así como no sería correcto imponer a la democracia contra la voluntad de una persona, tampoco sería correcto permitir que destruyan el régimen democrático. 

Cuando llegan a un tamaño demográficamente importante,  se convierten en una amenaza a la trama social y a la naturaleza democrática del país.  Este es el caso de Israel, que permitió que fuera así al crear subsidios y facilidades para ese modelo de organización de sociedad con la ilusión de que respetaba una opción religiosa. 

La inclusión tiene un límite y es difícil saber qué hacer con los que se auto excluyen.  Para mí, esta es la señal de alerta que tocó en la escupida de Beit Shemesh.   Y es preocupante. 

Básicamente porque sabemos que ningún país se acuesta democracia y se levanta dictadura.  Si fuera el caso, la conversión de Israel en una dictadura teocrática sería el punto extremo de una trayectoria que comenzó con las exenciones del gobierno a los frecuentadores de las yeshivot ultra ortodoxas en 1948, siguió con la tolerancia a la escupida en la niña y con los buses segregados, para llegar al control del Estado por parte de un grupo totalitario que participa en el juego democrático a pesar de repudiarlo en la intimidad. 

Se debe entender que la convivencia con el que se auto excluye de la democracia está en riña con la democracia.  Esto es patente cuando hay una agresión física, pero no queda tan claro cuando la demanda es un mero refugio para aislar y conservar un modelo de sociedad. 

El repudio a la escupida es mil veces más comprensible que el repudio a la playa segregada, aunque ambos parten del mismo principio.  Porque la demanda por un espacio exclusivo es el fruto de una situación de auto exclusión de la sociedad más amplia, que parece inofensivo, ya que aparentemente sólo afecta al que se excluye.  Pero  el caso de la agresión es claramente inaceptable, porque implica que se le quiten derechos a terceros. 

No haber entendido que ambos eventos derivan del mismo pensamiento totalitario es, en mi opinión, lo que llevó a la sociedad israelita al punto angustiante en que se encuentra.  Y que tiende a empeorar, si no se entiende y rechaza al fenómeno mientras tengamos tempo. 

Si lo  que deseamos es un régimen democrático, de conformidad con los códigos legales que convierten al Estado de Israel en un estado  de derecho, entonces  la agresión a Naamá exige una acción más enfática que meros repudios verbales, aunque fuertes.  El Estado no puede mantener a los que desean destruir su alma.

(1)  Interview posted in Jerusalem Post on 07/04/11: http://www.jpost.com/VideoArticles/Video/Article.aspx?id=227881.

(2)  Robert Conquest, Reflections on a Ravaged Century (2000) ISBN 0-393-04818-7, page 74.

(3) Babylonian Talmud, Nezikin order (damages), Avot treaty (parents – ancestors), 3:11 (in some editions: 3:15)

(4) The word used is “malbin”, from the same root as “lavan” (white). Literally: “he who whitens”.

(5)  Babylonian Talmud, Nezikin order (damages), Baba Metzia treaty (the middle portal), 58:b

(6) Building or room dedicated to study.

(7)  Dicionário de Política de Norberto Bobbio, Niccola Matteucci and Gianfranco Pasquino, 11th edition, published in 1998 by Editora da Universidade de Brasília, ISBN 85-230-0308-8, page 1249.