Habitamos un tiempo foráneo a los judaísmos pero, al mismo tiempo (¡bendita ubicuidad!), habitamos la historia desde nuestros judaísmos en este tiempo y fuera de este tiempo. El tiempo judío nunca ha sido uno solo: habitamos una temporalidad bíblica o circular, determinada por la lectura de la Torá, las festividades y conmemoraciones bíblicas. Habitamos una temporalidad profética, lineal e histórica, desde un punto de partida que se dirige a una espacialidad mesiánica. Temporalidad que parte de la narración del Éxodo, desde un tiempo de opresión y esclavitud hacia la libertad de la Tierra Prometida: un tiempo moral que culmina con la libertad y la redención. Pero también somos una atemporalidad rabínica o talmúdica desde la narración como espacialidad narrativa fuera del tiempo, en donde el sentido está dado por la discusión exegética, el diálogo y la discusión de las escuelas rabínicas y no por la división entre el pasado, el presente y el futuro.
Culminamos el año del tiempo histórico que habitamos mientras nuestro año judío ya comenzó meses atrás; hoy nos encontramos más próximos a celebrar Tu bishvat, nuestra conexión con el mundo creado representado por los árboles, que de la decisión teológico-política fundada por el Imperio Romano y la Iglesia Católica. Qué celebramos entonces: ¿la renovación de la lectura bíblica y nuestra conexión con el mundo-naturaleza o el comienzo del año veintiuno del siglo XXI? Celebramos habitar el tiempo y el espacio que trazan los caminos de nuestros judaísmos. Somos en el tiempo de la extranjería que nos vuelve responsables de lo creado, en donde la historia del otro se convierte en nuestro tiempo y los judaísmos sean en el mundo; pero también celebramos la historia judía como una espacialidad que convierte el tiempo en narración, en vida y en la interpretación de cómo hacer de lo narrado una forma de existencia.
Franz Rosenzweig, el maravilloso pensador judío de principios del siglo XX, escribió en su Introducción al pensar judío (1921) que la tarea de pensar en judío es “tejer de nuevo los hilos desgarrados entre lo cotidiano y el día de fiesta. Hacer de nuevo de lo cotidiano, de la entera semana laboral del pensar, una preparación para el Shabat del pensar”. ¿Qué nos quiere decir Rosenzweig? Que debemos hacer de lo cotidiano también el tiempo sagrado que representa el shabat, unir lo común con lo extraordinario, la vida con el pensamiento, arrancar el día a día de la temporalidad histórica para convertirlo en la espacialidad judía desde donde pensar la vida. Pensar la vida no sólo en su completud más allá de los calendarios o las narrativas, sino también como la creación que nos vuelve responsables de nuestras acciones, del prójimo y del mundo-naturaleza.
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Emmanuel Taub es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires; su trabajo en general se centra en el pensamiento judío y su revelación con la filosofía, la teología política y el lenguaje. Ha publicado “Mesianismo y Redención: Prolegómenos para una Teología Política Judía” (2014).