Sucot me plantea un duro problema. La Torá me ordena recoger mi cosecha, llevarla al templo y presentar una ofrenda de agradecimiento por todos los abundantes frutos y cosechas que he podido producir en esa temporada, compartiéndolos también con los levitas y los esclavos. Mi problema es simple: yo no soy un agricultor. No tengo campos y no cosecho ningún producto; ya no hay levitas a mi alrededor y, afortunadamente, ya no hay personas sometidas a mí en servidumbre.
¿Cómo puedo celebrar la fiesta como manda la Torá?
Tengo dos malas opciones: una, es decir “Oh, bueno… las cosas han cambiado, y esto ya no es algo que se aplique a mí”; la otra, es fingir que nada ha cambiado, y de alguna manera pasar por la góndola, comprar frutas en el supermercado para luego usarlas para expresar mi agradecimiento dentro de la Sucá en la que jamás coseché nada en absoluto.
Dos malas opciones; pero afortunadamente tengo una tercera.
En lugar de fijarme en los detalles y elementos materiales del antiguo festival de la cosecha tal y como se celebraba hace 2700 años, puedo centrarme en la esencia y el propósito de la celebración. Sin duda, a la Torá no le importan las aceitunas y los dátiles, ni concibe algún fruto o árbol como santo o sagrado. Lo que realmente le importa a la Torá es nuestra vida comunitaria y personal, vivida con valores éticos y morales.
Sucot es el ejemplo perfecto de ello: La Torá no nos ordena cosechar los campos – cosechamos los campos porque somos agricultores, y esa es la realidad en la que vivimos. Lo que la Torá ordena es que -mientras realizamos nuestro trabajo y actividad económica habituales- nos tomemos un momento para hacer una pausa, un tiempo para detener la producción y el trabajo, y celebrar. En Sucot, un agricultor celebra los frutos de sus campos (ya sean pequeños o grandes); pero un estudiante celebra el fruto de sus estudios; un empresario celebra el éxito de su negocio. Todos podemos, y debemos, tomarnos un tiempo para celebrar los frutos de nuestros esfuerzos, grandes y pequeños. Todos podemos tomarnos el tiempo para expresar nuestra gratitud por lo que hemos “cosechado” en estos días, en nuestro trabajo, en nuestro negocio, en nuestro crecimiento personal, en nuestras carreras, en nuestro recorrido por la vida.
Sucot no es sólo un momento personal para mostrar y desarrollar los buenos rasgos de carácter de la gratitud y la humildad. También tiene una dimensión social: se nos ordena específicamente que hagamos de este un momento de alegría para los demás, para nuestras familias extensas, para los extranjeros que viven entre nosotros, para los que no tienen abundancia para celebrar. Sucot no tiene que ver con el “yo”, sino con el “nosotros”. Por lo tanto, en lugar de buscar a los “levitas, siervos y cananeos extranjeros” del antiguo Israel para invitarlos a mi Sucá, sigo verdaderamente la Torá cuando miro alrededor de mi sociedad actual real, y encuentro en mi ciudad y en mi barrio a aquellos para los que esta temporada no ha traído frutos abundantes – y decido que no son “ellos”, sino que somos “nosotros”.
En este Sucot, en mi congregación, construimos una Sucá; la decoramos, conseguimos las cuatro especies, y tenemos servicios de Shabat y Sucot. Pero eso no sería suficiente; sería claramente insuficiente para lo que la Torá manda y espera de nosotros. El hecho de habitar en la sucá, un lugar precario y temporal, pretende recordarnos que tener un hogar seguro y protegido no es algo que deba darse por garantizado. En mi ciudad hay miles de familias que viven en casas “precarias y temporales”, que no pueden permitirse una casa, que no pueden pagar el alquiler, que son desahuciados y se quedan sin hogar, que se ven obligados a vivir en la parte más pobre de la ciudad. Estos son los “siervos, levitas y extranjeros” que la Torá nos ordena incluir en nuestra celebración, cuidando de ellos como uno de “nosotros”. Este Sucot también lo celebraremos en Zoom, reuniendo a cientos de personas para conocer la precaria realidad de la vivienda que nos rodea, y para comprometernos con un plan de acción que marque la diferencia. Ya en el antiguo Israel la Torá nos decía que “dejáramos el fruto en las esquinas de nuestros campos” para los necesitados. Nosotros abogamos por que por cada dólar del presupuesto de nuestra ciudad se deje un centavo para ofrecer soluciones de vivienda.
Esta temporada tenemos otro grupo de “extranjeros que viven entre nosotros”: los refugiados que vienen de Afganistán, y de otros lugares. Este Sucot seguimos la Torá preparando y amueblando un apartamento para una familia de refugiados que se reasienta en nuestra ciudad. Compartimos de nuestros muebles, de nuestros juguetes, de nuestros enseres domésticos – “nuestra cosecha”- para darles un comienzo decente, ya que ahora viven aquí, y son parte de “nosotros”.
Mientras disfrutamos de nuestros rituales y festivales, seguimos centrándonos en poner en práctica los valores éticos, sociales y morales de la Torá, en nuestra realidad actual.
¡Jag Sameaj!
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Rabino Ariel Edery
Beth Shalom, Cary, EE.UU.
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