Texto escrito por la Rabina Kelita Cohen
Uno de los mayores placeres que el rabinato me brinda es poder ser parte de la vida de las personas en sus momentos más significativos. Así fue como me acerqué a la historia de cuatro jóvenes de Recife y de sus familias: cuatro jóvenes enraizadas en la tradición, pero al mismo tiempo decididas a escribir su propio futuro.
Entre ellas hay muchas similitudes, pero también una riqueza de singularidades. A pesar de que físicamente Clara y Sofia parecen iguales, sus personalidades son distintas. Sofia revela un lado más racional y proactivo, mientras Clara se destaca por lo emocional, por el corazón que pone en sus vivencias.
Por otro lado, las primas Bia y Clara, aunque comparten el apellido, representan caminos personales únicos. Aun siendo tan diferentes en su fisonomía, ambas están dispuestas a asumir la responsabilidad de su vida judía —cada una a su manera. Clara siempre estuvo involucrada con lo judío; en cambio, Bia quiere hacer de esta nueva etapa un hito, un punto de partida para apropiarse de la tradición a lo largo de toda la vida.
Las cuatro pasaron un año de aprendizaje junto a la morá Ida, compartiendo dudas, logros y fortaleciendo sus lazos. Fue una jornada de compañerismo y crecimiento mutuo. Todas decidieron usar talit y tefilín en su ceremonia de Bat Mitsvá, cada una movida por su propio corazón y motivación. Entre las Schor, Sofia vio en el uso de los tefilín una forma de marcar su espacio como mujer en una tradición que, para ella, aún presenta desigualdades; mientras que Clara vio los tefilín como un lazo de sororidad —un camino compartido junto a las demás.
Entre las Katz, Bia eligió colocarse los tefilín como un símbolo de resistencia y de igualdad, después de notar la escasez de videos de mujeres participando en ese rito. Clara, por su parte, homenajea con los tefilín el camino iniciado por su abuelo Fred y continuado por el compromiso de su abuela Silvia en la restauración de la Kahal —lugar de ancestralidad y continuidad, donde se llevó a cabo la ceremonia— compartiendo, a través de su propio cuerpo, la historia de su familia.
Así, estas cuatro jóvenes, cada una a su manera, dieron un paso importante en la construcción de su identidad judía. No solo recibieron una tradición: pasaron a compartirla, renovarla y resignificarla. La jornada de Clara, Sofia, Bia y Clara revela que el judaísmo está vivo, es dinámico y tiene la capacidad de adaptarse a las manos de cada nueva generación. Y al tomar sus propias decisiones, comparten una misma historia: la historia de un pueblo que se fortalece precisamente en las manos de sus hijas.
Es precisamente al acompañar estos caminos que también voy construyendo mi historia como rabina. Porque, al apoyar a cada una a encontrar su expresión dentro del judaísmo, voy tejiendo, junto a las comunidades que me atraviesan, una memoria compartida. Una memoria en la cual la tradición y la renovación caminan de la mano, y donde mi propio camino se fortalece al formar parte de tantos comienzos.