El surgimiento de nuestro pueblo estuvo marcado por el romper de los ídolos por parte de Avraham. Los ídolos son rompibles. Dios no lo es.
La marcha hacia la libertad fue precedida por la ruptura del mar. La libertad es romper los obstáculos.
Las tablas de la ley, antes de ser aceptadas por el pueblo, se rompieron.
Los pactos requieren una reordenación de valores. Se rompen las viejas concepciones y se establecen otras nuevas.
El amor es un pacto. Al casarse, el novio rompe el vaso. Amar es también saber caminar por el desierto -los áridos senderos de la vida- y no dejar que se rompan los lazos.
La solidaridad es un pacto. Como judíos, responsables unos de otros, rompemos la matzá y la escondemos. Después la buscamos. Los que están aislados, ya sea por la miseria del hambre o la miseria de la soledad, son rescatados por nuestras acciones. La matzá rota se envuelve en una servilleta. Pero no buscamos la servilleta sino la matzá. Aprendemos: encontrar los que se han ido requiere mirar más allá de la superficie.
El cuestionamiento -valorado a través de la recitación de ma nishtaná- es también una ruptura en la búsqueda de una visión delimitada. Los signos de interrogación son rupturas de los proclamados signos de exclamación inmutables que invitan a la investigación y a la reflexión.
La marcha de la reflexión es una quiebra de la ansiedad que exige soluciones instantáneas, que sirven como estandartes de la ostentación. La ruptura invita a apreciar la profundidad de los problemas para que sus soluciones no se desvanezcan al capricho de los intereses inmediatos.
Daienu es una ruptura con los vicios de las quejas constantes que erosionan la apreciación. Impulsados por el reconocimiento de los logros, nos vemos fortalecidos y empujados a seguir con más vigor.
El relato de Pésaj tiene en la ruptura del mar uno de sus símbolos. Como el mar, se abrió una nueva perspectiva. La quiebra del mar respondía a la actitud humana de arriesgarse con valentía y seguir manteniendo el equilibrio entre el deseo de ser libre y las incógnitas de un futuro incierto.
La ruptura infunde miedo, pero sin ella no habría la búsqueda. Pésaj es el reconocimiento del miedo en un mundo en el que tan a menudo se nos pide que seamos inquebrantables. La ruptura rescata nuestra humanidad y nos invita a transitar por la vida más plenamente. La ruptura restablece nuestro orden interno. Seder es orden. Nos reorganizamos como seres humanos.
Rompemos la inercia que propicia las pirámides – las imposiciones desmedidas que dan lugar a esclavos de una rutina reacia a la transformación. Rompemos las pirámides que petrifican el sentir y el pensar. Los sentimientos son la ruptura de las emociones en el florecimiento del alma y los pensamientos son la ruptura del flujo de ideas para que nos convirtamos en seres completos.
Tenemos miedo de romper, porque somos humanos. Si tenemos miedo a sentir miedo, que no nos pongamos en estado de anestesia, comprendiendo que nos unimos a todos los que cruzan milenariamente el mar de la vida que se abre para un recorrido de realización.
¡Jag Saméaj!
Rabino Sérgio Margulies – ARI (Rio de Janeiro)
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