El calendario judío incorporó Iom Hashoa, Iom haAtzmaut y Iom haZikarón. ¿Cómo deberíamos celebrarlo quienes no vivimos en Israel?
El período de semanas que se encuentra entre Pesaj y Shavuot es conocido como “Sefirat haOmer”, la cuenta del Omer. Esta cuenta refería históricamente a una medida de ofrenda del primer grano de la cosecha que era traído al Beit Hamikdash el 16 de Nisan.
Con la destrucción del Templo y el fin del sacrificio de animales y ofrendas llevadas a Jerusalem, la vida judía continuó preservando la memoria religiosa de esta cuenta hasta el día de hoy. El paso del tiempo hizo, este período vino a adquirir un sabor agridulce para nuestro pueblo. Como reflejo del maror que se moja en jaroset, el período del Omer conmemora momentos de dolor y momentos de alegría. Ambas experiencias no pueden ser eliminadas.
Conviven como unidad indivisible. Tal es así que con el establecimiento del Estado Moderno de Israel, se sumaron recuerdos de eventos alegres y doloroso que ya existían del período antiguo y medieval durante estas semanas. El luaj (calendario judío) incorporó a su ciclo anual Iom Hashoa, Iom haAtzmaut y Iom haZikarón. El hecho que estos tres nuevos eventos significativos del calendario judío surgieran desde el nuevo Estado de Israel y no desde la Diáspora nos lleva a la pregunta inevitable, ¿cómo deberíamos celebrarlo quienes no vivimos en Israel? Iom haShoa puede ser incorrectamente interpretada como la condición de la Diáspora que tarde o temprano devendrá siempre en odio hacia los judíos y por eso la única solución es Israel.
Sin embargo, debemos siempre recordar que nunca fue del todo así. La Torá misma fue revelada en el desierto fuera de Israel y el Talmud más importante fue editado en Babilonia.
Iom haShoah debe ser conmemorado más allá de un lugar sino como Sefirat haOmer and los nuevos jaguim in Israel o una reevaluación sobre nuestra relación con Dios. Pero Iom haAtzmaut y Iom haZikaron agudizan la pregunta planteada recordándonos que habrá siempre dos Torot: la del Sinaí y la de Jerusalem. Si la Torá de Sinaí nos ha enseñado cómo sobrevivir como minoría entre otros pueblos, la Torá de Jerusalem debe enseñarnos cómo prosperar como mayoría que tiene poder sobre una minoría.
Al fin de cuentas necesitamos respirar cada día con ambas verdades expresadas en el Tanaj: por un lado “Si me olvido de ti, oh Jerusalén, que mi mano derecha olvide su destreza. Mi lengua se pegue a mi paladar” [Salmo 137:5-6] y por otro lado “Hijo mío, no te olvides de Mi Torá, guarda en tu corazón mis mandamientos; Recuerda la Torá de Moshé mi siervo, que le prescribí en el Jorév (Sinaí) para todo Israel, con sus estatutos y sus preceptos” [Proverbios 3:1 y Malaquías 3:22].