Hacia fines del Siglo XX el progresismo estadounidense comenzó a recorrer caminos creativos para recuperar la experiencia familiar y comunitaria del Seder de Pesaj que había quedado apartada de la vida de la mayoría de los judíos.
Pesaj (1974)
La primera Hagadá de Pesaj publicada por el CCAR (Conferencia Central de Rabinos Americanos) fue bastante “clásica” (siguiendo la antigua línea de la reforma) en contenido y en apariencia. Una generación más tarde, hizo su aparición una Hagadá mucho más elaborada, logrando una aceptación instantánea. El libro no fue tanto una revisión de su predecesor sino un nuevo intento de recuperar elementos importantes de la tradición sin reducirlos desde el uso de material nuevo. Por ejemplo, la narración de las diez plagas que les ocurrieron a los egipcios se había omitido en la anterior Hagadá de la Reforma por considerarse “indigna de sensibilidades ilustradas”, pero se reestableció en la nueva versión, que “representa una fusión de la particular experiencia judía de liberación junto al anhelo humano universal por la redención”. La siguiente selección muestra como la nueva Hagadá integra los textos contemporáneos con los tradicionales.
Así que asignaron capataces sobre ellos que les impusieron trabajo forzado y construyeron ciudades de guarnición para el Faraón: Pithom y Raamses. Los egipcios amargaron sus vidas con trabajo duro en mortero y ladrillo y en todo tipo de trabajo en los campos.
Pero cuanto más fueron oprimidos, más aumentaron y se extendieron, de modo que los egipcios llegaron a despreciar y temer a los israelitas. Entonces el Faraón ordenó a toda su gente: “Todo niño que nazca debe ser arrojado al Nilo, pero dejen vivir a toda niña”. Clamamos al Señor, el Dios de nuestros Padres, y el Señor atendió a nuestra lamentable situación, a nuestra miseria, y a nuestra opresión.
“Los egipcios amargaron sus vidas”
Nos acostumbramos a hacer fila a las siete de la mañana, a las doce del mediodía y de nuevo a las siete de la tarde. Nos pusimos en una larga cola con un plato en la mano en el que echaron un poco de agua tibia con un sabor salado o a café. O bien nos dieron unas pocas papas. Nos acostumbramos a dormir sin una cama, a saludar a cada uniforme, a no caminar por las veredas, y después nuevamente a caminar por las aceras. Nos acostumbramos a las bofetadas, golpes y ejecuciones inmerecidas. Nos acostumbramos a ver ataúdes apilados repletos de cadáveres, a ver a los enfermos entre la suciedad y la inmundicia, y a ver a los médicos incapacitados para ayudarlos. Nos acostumbramos al hecho de que de vez en cuando, mil almas infelices se marcharan…
De la prosa de Peter Fischl, de 15 años, que falleció en Auschwitz en 1944.
“Nuestra aflicción”
La “aflicción” se refiere, dicen los comentaristas, a la separación forzada de esposos y esposas. Los esposos y las esposas no tenían permitido vivir juntos. Sin embargo, las mujeres de Israel fueron una fuente de fortaleza para sus esposos, llevándoles comida, consolándolos cuando los visitaban, dándoles esperanza de liberación.
Midrash
“Nuestra opresión”
Se nos enseña que los egipcios se burlaron de los israelitas por observar la circuncisión de sus hijos. Se mofaron de los hebreos por esto, ya que de todos modos los niños serían condenados a muerte. Pero los hebreos respondieron: “Cumplimos nuestro deber; todo lo que ustedes hagan después no puede afectar nuestra práctica de nuestra fe. Como nuestros antepasados fueron fieles al pacto de Dios, así seremos nosotros”.
Midrash
Fuente: Una Hagadá de Pésaj, ed. Herbert Bronstein, con ilustraciones de Leonard Baskin (Nueva York: CCAR Press, 1974), 40–41.