Iom Kipur 5783: Intención y Perdón – Rav Damián Karo

La bella y sensible prosa de Itzjok Leibush Peretz (1851-1915) nos acerca este conocido cuento jasídico, aquí resumido.

Hace mucho tiempo, en los días de Selijot, el Rebe de Nemirov solía desaparecer todas las mañanas. No se lo veía por ninguna parte: ni en la sinagoga, ni en la casa de estudio y menos, en su propia casa. “¿Dónde puede estar?”, todos se preguntaban. La gente pensaba que en esos Días Terribles el Rebe subía cada mañana al cielo en busca de ayuda.

Una vez, llegó a la ciudad un lituano que se burló de esas conjeturas. Y esa misma tarde, después de la oración, entró sin ser visto en la habitación del Rebe y se escondió debajo de la cama. Allí se quedó toda la noche hasta que consiguió ver, con sus propios ojos, a donde se dirigía el maestro.

De madrugada, cuando se oyó el llamado para las oraciones de Selijot, el Rebe llevaba un buen rato despierto. En ese momento se levantó y se vistió con traje de leñador: pantalones de lino, botas, un saco, un gorro de piel con una ancha tira de cuero. Del bolsillo del saco asomaba la punta de una gruesa soga de aldeano Y en el cinturón colgó un hacha. El Rebe salió de la casa y el lituano, lo siguió. El Rebe caminó un buen rato y se alejó de la ciudad hasta internarse en un pequeño bosque. Allí sacó el hacha de su cinturón y comenzó a cortar un árbol. El lituano vio cómo el Rebe hachó y luego ató un haz de leña con la soga que había sacado de su bolsillo. Lo colocó sobre su espalda, puso nuevamente el hacha en el cinturón y se echó a caminar rumbo a la ciudad. En una callejuela se detuvo ante una choza medio derruida y dio unos golpes en una ventanita.
—¿Quién es? —preguntó una voz asustada, desde el interior de la choza.
—¡Yo! —contestó el Rebe con acento aldeano.
—¿Quién eres? —insistió la voz del interior de la choza.
El Rebe volvió a contestar con el mismo acento: —¡Vasil! —¿Cuál Vasil y qué deseas, Vasil?
—Leña —dijo el disfrazado Vasil—; para vender, muy barata. Y sin esperar respuesta, el Rebe ingresó a la choza. El lituano entró detrás y vio que en la cama yacía una anciana judía enferma, que dijo amargamente: —¿Comprar? ¿Con qué voy a comprar? Soy una pobre viuda, ¿de dónde quieres que saque dinero?
—¡Te fiaré! No son más que seis centavos.
—¿Cómo te voy a pagar?
—Mujer —la reprendió el Rebe—. Eres una pobre judía enferma y yo te tengo fe para darte un poco de leña y estoy seguro de que me vas a pagar.
—¿Y quién va a prender la chimenea? —suspiró la viuda—. ¿Acaso tengo fuerzas para levantarme? Mi hijo está trabajando.
—Yo voy a prender la chimenea —dijo el Rebe. Y mientras ponía la leña, suspirando, dijo la primera oración de Selijot. Y cuando la encendió y la leña ya crepitaba alegremente, dijo, con un poco menos de tristeza, la segunda oración. La tercera oración la dijo cuando la leña se quemó…
En ese preciso momento, el lituano se transformó en devoto del Rebe de Nemirov.

Pasado el tiempo, si alguna vez alguien contaba que el Rebe de Nemirov, en época de Selijot, se levantaba cada madrugada para volar directo al cielo, el lituano ya no reía ni se burlaba. Sólo agregaba en voz baja:

—O más alto aún.

 

Estudiamos en el Talmud un debate sobre la kavaná, la intención de nuestras acciones, y cómo ella incide en la búsqueda de la kapará, la expiación, y de la selijá, el perdón. Dijo Rab Najman, el hijo de Itzjak: “Es preferible una averá, una mala acción, realizada en nombre del cielo a una mitzvá, una buena acción, que no se realiza en nombre del cielo” (Talmud, Tratado de Nasir 23b).

Esta enseñanza me recuerda al Rebe de Nemirov, que se alejaba de la casa de oración durante para la plegaria de Selijot. Una acción incorrecta hecha en aras del cielo, puede ser más elevada que una mitzvá que se hace sin kavaná, sin una intención superior, que no se realiza en nombre del cielo.

Rab Damián Karo
Decano del Instituto Iberoamericano de Formación Rabínica Reformista

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