Cuando estaba yo en la secundaria de un colegio judío, los alumnos organizamos la celebración de un seder de Pésaj entre amigos. En la división de tareas, me tocó escribir las palabras introductorias de dicha conmemoración. Ya se pasaron tres décadas desde entonces, y aunque haya perdido mis notas, aún me recuerdo el orgullo que sentí y la idea general del texto. En él, yo decía que la instrucción para que en cada generación cada miembro del pueblo judío se sienta como si él o ella mismo(a) hubiese vivenciado personalmente la redención de Egipto, ese orden se había hecho una maldición. En cada generación, nuestro pueblo ha vivido su cuota de persecución y masacres y no hay forma de evitar el sentimiento de que, en esta generación, hemos escapado por poco.

No hay como negar que esta es una de las perspectivas desarrolladas en la celebración de Pésaj, de modo objetivo a través del “veHi sheAmdá” (en cada generación, sólo gracias a la intervención Divina nos hemos salvado de quienes nos quisieron destruir) y por el “Shfoj Jamatjá” (vierte Tu rabia sobre quienes no Te conocen). Aun así, me entristece pensar que aquél joven de 15 años no hubiese sido capaz de formular otras narrativas asociadas a esa fiesta. Como el rabino Donniel Hartman, de manera brillante expresó hace unos años que la celebración de Pésaj lleva otro mensaje igualmente importante: nuestra identificación con las víctimas de toda forma de opresión, porque nosotros oprimidos fuimos en la tierra de Egipto y conocimos la amargura de la opresión (un buen ejemplo de esa perspectiva en el seder es “haLajmá Aniá”: “a todo el que esté hambriento, dejadlo entrar y a comer; todos los necesitados, que vengan a celebrar el Pesaj”).

El énfasis que le damos a cada una de esas narrativas ayuda a explicar el foco que adoptamos en nuestras vidas judaicas también a lo largo del año. ¿Está nuestro judaísmo más ocupado de la autopreservación o de un trabajo de justicia en toda la tierra? De alguna manera, esta es una falsa elección, que no encuentra fundamento en la tradición judía. Pesaj abarca esas dos narrativas, sin señalar a cuál de ellas debemos privilegiar.

En un momento en el que el antisemitismo ha crecido peligrosamente en el mundo, y que las situaciones de opresión también se agudizan, Pesaj nos enseña a no dejar a un lado a ninguna de las causas: luchar por nuestra supervivencia, a la vez que buscamos un mundo con más justicia.

¡Jag haJerut Sameaj! ¡Feliz Fiesta de la Libertad!