Del Duelo a la Reflexión – Tishá beAv 5781

17 y 18 de julio de 2021
9 de Av de 5781

Una vez los alumnos lo invitaron a su maestro Ben Azai (s. II, Israel) a compartir alguna bella enseñanza sobre “Meguilat Kinot” (el libro bíblico de Lamentaciones/Eijá que se lee cada Tisha beAv). Con su ingenio les dijo que las letras de palabra Eijá ( אֵיכָ”ה – ¿Cómo puede ser?) con la que abre el libro de Lamentaciones y la cual es utilizada generalmente para ser referencia al libro) son la combinación de diversas transgresiones del pueblo de Israel: La Alef (1) por haber rechazado a D-s que es único, la Yud (10) por haber rotos los 10 mandamientos, La Jaf (20) por haber menospreciado el Brit Milá que fue entregada en la generación número 20 y finalmente la Hei (5) por desoír las enseñanzas de los cinco libros de la Torá (Eijá Rabá 1:1).

En otras palabras Ben Azai nos dice que el “¿Cómo puede ser?” se debe a las propias transgresiones del pueblo de Israel. La pregunta absorta y desde el dolor del profeta Jeremías al ver la ciudad de Jerusalén desolada, el Templo destruido, la gente en la ruina y la muerte por doquier tenía una respuesta: las propias transgresiones del pueblo de Israel. Esta “teología” está muy presente en todo el pensamiento judío rabínico clásico. En el Talmud (b. Shabbat 119b) se dan un sinnúmero de razones por las cuales el Templo de Jerusalén fue destruido: desde que los padres dejaron de mandar a los niños a la escuela hasta no pronunciar el Shemá Israel cada día pasando porque los jovenes se equipararon a los adultos o porque no se amonestaban y corregían mutuamente. Famosa también es la cita que dice que Jerusalén fue destruida por el “odio gratuito” (b. Yoma 9b). Y en cada plegaria de Musaf hasta nuestros días repetimos cual mantra “por nuestros pecados fuimos exiliados de nuestra tierra”.

En algún sentido estas lecturas conformaron la “psiquis culpogena” del pueblo judío, haciendonos absolutamente responsables de nuestras propias tragedias, teniendo que asumir la responsabilidad de que nuestro hogar nacional sea conquistado por potencias extranjeras, que nuestro Templo sea destruido o que nuestros correligionarios mueran por el simple hecho de ser judíos. En este sentido, esta forma de leer nuestra propia historia (ya sea nacional o personal) nos puede hacer muy mal generando un sentimiento de culpa tan grande que nos hunda en el dolor, la depresión y la desesperanza.

Sin embargo, creo que nuestros Sabios en su infinita sabiduría, no buscaban esto sino una culpa que sea motor de la reflexión, el arrepentimiento y la resiliencia. En cada uno de los aforismos y relatos rabínicos (ver. Guitin 55b-58a) clásicos en relación a las tragedias ocurridas en Tisha BeAv, especialmente poniendo el foco en la destrucción del Segundo Templo, los Sabios leen la historia no poniendo culpas y responsabilidad en el otro (en este caso Roma) sino en los comportamientos propios del pueblo judío. Los sabios entendieron que de nada servía contar la historia hablando que la victoria de los romanos se debió a una supremacía militar sino que comprendieron que este suceso histórico podía ayudarnos a reflexionar como comunidad judía sobre nuestras prácticas y nuestras falencias morales.

Frente a cada tragedia podemos buscar responsables o hacernos nosotros mismos responsables. Sabiendo aún conscientemente que no somos plenamente culpables de lo que sucedió nuestros Rabinos nos proponen no echar culpas a Dios ni al “enemigo” (el Otro) frente a una tragedia nacional o personal sino a tomar esa oportunidad para poder revisarnos y mejorar. Cada Tisha BeAv es la oportunidad no solo de llorar por las desgracias del pasado sino también para construir nuestro futuro en base de las enseñanzas que nuestro pasado nos legó.

Frente a cada tragedia podemos buscar responsables o hacernos nosotros mismos responsables. La pregunta “judía” frente a una tragedia nunca es “¿Por qué a mi?” sino “¿Cómo pudo ser?” (Eijá) o quizás “¿Dónde estás?” (Aieká). Recordemos que ambas palabras, la famosa lamentación de Eijá y la sempiterna pregunta bíblica de D-s hacia el Ser humano Aieká (Gen. 3:9) se escriben de la misma forma. La pregunta de ¿por qué a mi? Nunca es conducente y es hasta dañina. La pregunta debería ser ¿Dónde estoy? ¿Cómo pudo ser? ¿Y ahora qué puedo hacer?

Que este Tisha BeAv no solo sea un día de duelo sino un día de reflexión. Que podamos aprender como comunidad (y a nivel individual) que la respuesta no está en el afuera sino que se encuentra adentro nuestros. Que las preguntas que valen la pena hacernos son las preguntas que nos ayudarán a construir desde la destrucción.

Rabino Uriel Romano
Judaica Norte – Argentina

 

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